Fátima Díez- escritora- Bilbao

miércoles, 13 de febrero de 2019

Reseña "Contra el olvido"

CONTRA EL OLVIDO - FÁTIMA DÍEZ. Por la historiadora y escritora Montserrat Suañez.

 Quienes me conocéis sabéis que no es mi costumbre reseñar los libros que me gustan, pero en este caso voy a hacer una excepción. Y es que “Contra el olvido” es la primera novela de Fátima Díez, y quiero que se queden con el nombre de esta autora, porque estoy convencida de que va a llegar muy lejos en esta intrincada selva de la literatura. Lo vi con claridad cuando leí su relato Zamba, con el que colaboraba en la antología de Mujeres en la historia 3, que tuve el honor de dirigir. Su obra destacaba entre un conjunto de relatos ya de por sí de elevado nivel literario, y supe entonces que Fátima Díez nos deparaba grandes cosas en un futuro no muy lejano.

 De su primera novela me gusta todo: la belleza formal, su estilo limpio y directo, su ritmo narrativo ágil y bien medido, su capacidad para mantener la intriga, sus metáforas tan gráficamente expresivas, su facilidad para crear atmósferas…

 “Alrededor, en la quietud del cementerio, estatuas de ángeles protectores, guardianes de lápidas y panteones, de huesos vacíos; ángeles con el musgo naciéndoles en los ojos y en las manos que señalaban insistentes hacia un cielo riguroso. Rompía la calma un fuerte viento. Los gorriones también se veían alterados por estas corrientes inesperadas, revoloteaban y volvían a posarse sobre el césped con un canto más estridente. Una nube oscura se acercó al cementerio.”

Su Bilbao, naturalmente, tenía que estar presente, y lo está de un modo que resulta una fruta apetecible, una invitación al lector a visitarlo y recorrer los lugares que Fátima retrata tan magistralmente.

“…A pesar de la lluvia, Bilbao se había convertido en pocos años en una rosa perenne que se abría a los sentidos del viajero. El Campo Volantín —paseo cosmopolita y familiar como ninguno, compañero inseparable de la ría ahora cenicienta— se perdía de vista como el rastro de un vagabundo. La luz empañada por la niebla de los reflectores de los coches marcaba su longitud y consumía los colores. A lo lejos, el Museo Guggenheim se mostraba pintado —convertido para siempre en un buque varado— con los matices de la paleta de un usurero. Una vez más la voluntad de la vida imponiéndose a la realidad de los hombres.”

Pero, sobre todo, quiero resaltar la fuerte personalidad de la autora, una personalidad que imprime a la obra: Fátima explora el género negro desde una perspectiva diferente, intimista, en la que el verdadero protagonista es el dolor de esa madre que pierde a su hijo. Asombra su capacidad para transmitirnos el dolor, la fuerza y el coraje para hacer que el lector se ponga en la piel del personaje y no sólo comprenda la trama, sino que la experimente como propia. Y ahí radica la verdadera magia y a la vez el desafío para un autor. Fátima Díez lo ha superado con nota.

“Silvia cogió la mano tibia de Rubén y se acarició con ella su propia mejilla en un movimiento repetitivo. El pie izquierdo de su hijo estaba al descubierto, la deportiva blanca con rayas plateadas en la otra acera, a medio camino entre su propio coche y una alcantarilla, como un despropósito más, como un insulto.
“Bajo su mano sintió el último latido de Rubén, casi como sintió el primero cuando nació, pero nada era igual. Las imágenes temblaban y los sonidos se confundieron en un ruido atroz que le machacaba las sienes. Un llamador de hierro con forma indefinida parecía golpearle la cabeza. “Por favor, que alguien deje de llamar, no hay puerta, no hay luz en la casa”.
“Solo fue capaz de mantener bien sujeto a su niño y de saber que el resto de su vida se reduciría a ese instante y al silencio definitivo de su ausencia.”

Mi aplauso para Fátima y con él mi deseo de poder disfrutar pronto de una segunda novela suya. Enhorabuena, Fatima Díez.


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