Fátima Díez- escritora- Bilbao

viernes, 10 de noviembre de 2017



      


Resultado de imagen de descargar foto mosquitoIronías del destino



    El hombre caminaba por la gran vía de la ciudad cabizbajo, ausente del bullicio a su alrededor. Sus pasos se detuvieron por fin en el puente del Arenal.
-¡Ay¡ gritó. Y se miró la mano sorprendido, ¡vaya ocasión para que me pique un bicho!.
 -Sin insultar. -Destacó una voz acerada cerca de su oído.
    El hombre creyó reconocer en aquel extraño sonido otro síntoma de su locura, mas no pudiendo resistir la tentación de averiguar su procedencia, se bajó del travesaño del puente donde se había subido guiado por el desamor y miró a los lados.
-Estoy aquí. -De nuevo sonó esa especie de zumbido.
-¿Quién demonios eres?  -Preguntó al aire con voz temblorosa -Sin duda estoy soñando.
-Sin duda ya estarías muerto si no te hubiese picado. -Replicó el insecto intentando abrir más los estigmas de su tórax. Y se posó sobre aquella mano indecisa apoyada en el barandal.
     El hombre pensó que se trataba de una broma de la ría del Nervión.
-Ayer tuve un altercado con un cangrejo...-dijo el mosquito. Estaba soltando los huevos cuando....
-Vale, vale, me das dolor de cabeza. -dijo el hombre agitando la mano con cansancio.
-Qué más te da, si no llego a picarte ahora serias un ahogado.
-Pero ¿a ti qué te importa bicho?
 -Eh! Ojo cómo me hablas. Soy una hembra muy sensible.- inquirió la mosquita. Los humanos os creéis los dueños del mundo, los poseedores del conocimiento y de toda esa basura que consideráis ciencia.  No he visto una especie más estúpida, lo tenéis todo al alcance de la mano y lo dejáis escapar, o lo que es peor, lo estudiáis y lo transformáis para acabar destruyéndolo. Menudo atajo de...
-Lo que me faltaba -Suspiró el hombre- un sofista volador.
    El insecto sacudió las alas y salió volando hasta posarse en un arbusto del parque. Con
su trompa picó una hoja y absorbió sus jugos. Su abdomen parecía satisfecho con tan escasa libación
-Dime mosquita ¿por qué me ayudas?  Si quisiera podría acabar contigo de un manotazo.
Cuánta violencia! ¿Así me lo agradeces?  Recuerda que me has alimentado. Cuando bebí tu sangre me sentí ligada a ti.  ¡Ya ves! Tengo la mala costumbre de averiguar cómo vivieron mis víctimas.
-Tus víctimas ¿has dicho?
    La mosquita estaba fascinada por las gotas de sudor que recorrían el rostro del humano. El hombre, que apenas lograba ver nada y creía ahogarse con su propia saliva, intentó cruzar la carretera. El insecto se puso a revolotear en círculos. De pronto se acercó un coche a gran velocidad y el mosquito quedó estampado en el parabrisas.
    El conductor frenó el vehículo, vio al hombre en mitad de la carretera con aspecto febril y la vista fija en el parabrisas. El hombre sacó un pañuelo del bolsillo de su pantalón, recogió los restos del cristal y los observó atentamente. El conductor del coche miró aquel pañuelo manchado y exclamó:
-¡Caramba amigo!  fíjese qué extraño, una “Anopheles” hembra en este clima. Menos mal
 que la he matado antes de que ocurra una desgracia. Su picadura es mortal, yo tuve la suerte de estudiarlas en el istmo de Panamá...pero oiga, oiga ¿le sucede algo?
Con el paso vacilante de quien padece una colosal gripe, el hombre dejó al entomólogo con su perorata y se fue lentamente. Tan solo volvió la cabeza para ver como el puente se hacía más y más pequeño...

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